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una foto magra de Javier Milei, punto de partida para reconstruir consensos y acelerar la gestión

Dieciocho gobernadores dieron un espaldarazo a Milei y firmaron un decálogo impuesto con poco margen de negociación. Faltazos le restaron volumen político al acto cargado de simbolismo, pero escaso en cuanto a horizonte de políticas de largo plazo.

Javier Milei y los gobernadores, en la Casa Histórica de Tucumán.
Presidencia

La postal de Tucumán no fue la esperada por Javier Milei cuando en el 1 de marzo, desde el Congreso Nacional, convocó al Pacto de Mayo. La pintura de la política, los gremios y el Poder Judicial a sus pies, reconociendo su liderazgo para un acuerdo refundacional, no fue tal. Si la imagen apuntaba a ser el punto de partida para la fase 2 de la gestión, una suerte de relanzamiento del Gobierno, el Presidente deberá interpelar con otros modos y con mejores resultados a aquellos que no se vieron tentados a posar para la foto en la Casa Histórica. Por más simbolismo independentista al que haya apelado La Libertad Avanza en las tarjetas virtuales de invitación.

De a poco, los actores fueron dándole la espalda a la iniciativa. La fecha se pospuso a julio primero y luego tuvo que adelantarse un día para no competir en rating con las semifinales de la Copa América. Del prime time del 9 de julio, a una vigilia el 8 por la noche. La negativa del peronismo núcleo, anclado en una oposición firme, no sorprendió. Para ellos tuvo palabras Milei. Los acusó de tener “anteojeras ideológicas”, de tener “obstinación por no querer ceder los privilegios” y de “intentar cotidianamente boicotear al Gobierno”.

Otras bajas fueron más significativas. Por empezar, claro está, la de la vicepresidenta Victoria Villarruel, si bien dijeron en su entorno que se trató de una gripe, con recomendación de los galenos de evitar el vuelo desde Buenos Aires. Los fantasmas de una relación tirante entre el presidente y su vice no obstante sobrevoló el clima del acto tucumano.

Por fuera de la política partidaria, la declinación de los jueces de la Corte Suprema de participar en la puesta en escena libertaria no solo pone de manifiesto que la renovación de ese cuerpo puede generar rispideces. También demuestra el valor relativo con el que los supremos cotizaron un acuerdo que, en rigor, fue más una imposición de diez puntos poco relevantes, antes que un consenso para un trabajo programático de largo plazo, más allá del llamado al Consejo de Mayo, que es apenas una nebulosa. El desinflado retrato de Tucumán se asemejó más a un mendigar de respaldo a gobernadores, que aceptaron un último espaldarazo en medio del derrumbe económico, que a una refundación de los destinos de la Patria. Más allá de que Milei, balbuceante, haya mencionado: “Nos reunimos para renovar nuestros votos patrióticos”. Un lazo débil con lo que ocurrió en esa misma casa 208 años antes.

Se mencionó ya que el decálogo que firmaron los asistentes incluye ejes que no generan incomodidades, ya sea por estar comprendidos en la legislación vigente, por ser declaraciones genéricas de buenas intenciones o por tratarse de políticas impredecibles, como cambiar la coparticipación. Para maquillar la falta de negociación, se reemplazaron dos puntos. Sin embargo, nada refleja una articulación conjunta que ofrezca un horizonte de políticas de Estado básicas para el crecimiento del país. La justificación de cada punto en la puerta de la Casa Histórica fue trabada, confusa. Pocos incentivos dialécticos para prestar atención de corrido.

También adelantó este medio el domingo que iría Mauricio Macri tras haber dinamitado un acuerdo del PRO con LLA, así como el gobernador santiagueño Gerardo Zamora, el único opositor férreo que se arrimó a la vecina Tucumán, aun habiéndole negado votos de diputados y senadores a la Ley Bases y el paquete fiscal. Macri aterrizó en Tucumán acompañado de dirigentes amarillos: su primo Jorge Macri (jefe de Gobierno porteño), los gobernadores Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut) y Diego Santilli, diputado nacional.

Asimismo, dejó un sabor amargo en el Gobierno el faltazo de Miguel Ángel Pichetto y del radicalismo alineado con Martín Lousteau. Hace presagiar un semestre complicado en términos de alianzas legislativas, en momentos donde asoman proyectos importantes para el Gobierno, ya sea en un intento desregulador (ahora de la mano de Federico Sturzenegger) o por impulsos opositores que apuntan a la caja.

La atmósfera en las tierras de Osvaldo Jaldo se tiñó de ese desencanto. Si no se suspendió el cumpleaños, es porque el operativo estaba en marcha, y los invitados en la puerta. Estancia breve de mandatarios provinciales y del propio Presidente, un show musical que terminó pronto para evitar muchedumbres, despliegue inusual del operativo de seguridad como nunca antes se había visto en la provincia para un 9 de julio, son también señales de que las cosas no resultaron como se habían planeado.

Será desde allí que Javier Milei deberá reconstruir la gestión: más allá de diatribas, golpes de efecto y pirotecnia en las redes, deberá generar consensos sobre bases más estables.




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